La fotografía ha evolucionado de ser un proyecto científico a un recurso ubicuo en la vida cotidiana. Este texto explora el significado del acto de hacer una fotografía, yendo más allá de la mera captura de luz. Destaca el impacto histórico del daguerrotipo y otras técnicas fotográficas en la ampliación de nuestra percepción visual. Se reflexiona sobre las decisiones técnicas y estéticas detrás de cada imagen, así como su capacidad para provocar discusiones y alterar percepciones. En última instancia, se plantea que la fotografía es una intersección entre elementos tecnológicos, técnicos y estéticos, que permite capturar momentos específicos y transmitir mensajes poderosos a través de imágenes.
¿Quién no ha sacado una fotografía? La portabilidad y la capacidad de acceder a una cámara ha hecho que los últimos 20 años se transformen en, quizá, los años más fotografiados de toda la historia de la humanidad. Millones de imágenes se producen cada segundo, algunas con intencionalidad de ser publicadas, otras simplemente para ámbitos privados. La fotografía ha pasado en su existencia de ser un proyecto científico, a convertirse en un lujo para unos pocos, para luego ser un medio de registro y denuncia, hasta popularizarse como recurso artístico en distintos sectores sociales, y ahora llega a posicionarse como un recurso masificado en la sociedad.
Si bien la cuestión del quehacer fotográfico ha variado mucho, su popularización también hizo que el sentido que ésta posee como momento inmersivo de creación se terminara diluyendo ante la cantidad exponencial de material fotográfico creado. Este texto, sin ser exhaustivo, únicamente busca poner en discusión el "qué se entiende por el hecho fotográfico". Es una reflexión personal y una búsqueda analítica sobre la fotografía.
Una de las visiones más comunes es describir la fotografía con una traducción etimológica de su concepto. “Escribir con luz” dicen algunos, “pintar con la luz” recalcan otros, pero este punto de partida es limitado y se circunscribe al apartado del discurso técnico, una traducción literal del fenómeno que permite usar algún tipo de material fotosensible (analógico o digital) para plasmar en él los rastros derivados de la captura de los haces de luz que ingresan por algún tipo de orificio en dirección a una caja negra portadora del material sensible a luz (celuloide o sensor). Una explicación sencilla, de la cual se pueden encontrar incluso cientos de experimentos caseros para revivir los primeros intentos del ser humano de encontrar recursos que le permitan captar su entorno allí en el siglo XIX.
¿Pero acaso el hacer una fotografía se limita a ese ejercicio de réplica de un experimento de física? La respuesta se encuentra en el propio desarrollo de este proceso, no dentro del ámbito técnico, sino en la propia práctica de ésta como dispositivo de creación humana. Es en 1839 cuando surge una de las técnicas que darían un giro a la cuestión del hacer fotografías. Con el Daguerrotipo, de Louis Daguerre, se pasó del mero e incesante deseo de experimentar en el quehacer técnico al quiebre de la experimentación narrativa, entonces ya no solamente el cómo, sino el qué empezaba a tener una presencia notoria en el quehacer fotográfico. Prueba de ello es el tiempo dedicado a cada exposición, proceso que, en situaciones controladas, como las de un interior vacío, eran relativamente “sencillas”, mientras que para la captura del retrato de una persona implicaba un compromiso con el resultado (con aquello que se quería decir). El coste era el de mantener los músculos inactivos en una misma posición por largos periodos de tiempo (en situaciones favorables llegando a los 30 minutos, ya no hablemos de interiores poco iluminados).
Con el Daguerrotipo y posteriores técnicas fotográficas, el mundo perceptivo de la luz se amplía más allá de la captura incidental. Surgen narrativas variadas donde se explora lo que puede y aquello que no puede existir, pero que se puede capturar a través de recursos lumínicos naturales como artificiales. Por un tiempo es la iluminación la fuente principal de la narrativa, después de todo, ella es la que era capturada y casi alquímicamente encerrada en un soporte físico para su preservación. Poco a poco, la experimentación fue implementando diversos recursos y uno de los que narrativamente va a marcar un punto de inflexión narrativa son las estandarizaciones de las distancias focales, las aperturas de diafragma y los tiempos de exposición para la toma de imágenes.
Si bien la composición y el encuadre son factores totalmente relevantes en el hacer fotográfico, derivan claramente de la pintura. Su historia se remonta a periodos muy anteriores a la fotografía y su recorrido ha derivado en estudios y tratados sobre el tema que plantean las formas de enmarcar algo y el cómo ordenarlo dentro de su propuesta visual y narrativa. Pero en la pintura esto dependía en gran medida de las decisiones específicas del artista, puesto que recrea a voluntad su entorno o plasma aquello que inunda su imaginación. En cambio, dentro de la fotografía el recortar algo del entorno, el enfatizarlo o sustraerlo de su momento a través del hoy tan requerido “bokeh” (desenfoque del entorno) nos remontan a una convivencia entre tecnología, técnica y narrativa que es inherente al quehacer fotográfico.
En este punto entra en la discusión algo más, ¿qué es lo que hace a una persona decidir un tiempo de captura y uno u otro lente que le provea cierta distancia focal o cierta apertura? Dicha decisión es intencional y tiene un trasfondo que puede considerarse político (en el sentido amplio de la idea). Pues esta decisión conlleva el inminente posicionamiento frente a alguien o algo. Dejar por fuera o por dentro del recuadro, más arriba o más abajo, más o menos inclinado, enfocar o desenfocar, mover o congelar, son decisiones que a priori pueden parecer sutilezas técnicas o estéticas para obtener una “mejor fotografía”, pero en realidad se descomponen en una serie de intencionalidades que se engloban en una respuesta a veces razonada, a veces no (lo que constituye de por sí una decisión más) a la pregunta: ¿Qué es lo que quiero decir?
¿Decir? ¿Y es que acaso la fotografía habla? ¿No era acaso un medio visual, mudo, desconectado de la oralidad más tradicional? Pues no. La fotografía no solamente habla, sino que impulsa a que se habla de ella, se la discute, se la reniega y festeja. Es motivo de discusión en entornos banales y relevantes. La fotografía discute, evidencia, denuncia, interpela, festeja, motiva, atemoriza, recuerda e inmortaliza. Tanto en el ámbito público como en entornos privados, la fotografía dice algo que provoca reacciones entre quienes la reciben. Sí, la fotografía, sin emitir un solo sonido, es tan ruidosa que incluso ha removido cimientos de instituciones, tanto para bien como para mal.
¿Entonces la fotografía implica algo que se extrae directamente de una realidad sin modificación? El tiempo, el desarrollo y las transformaciones tecnológicas siempre impactan en la forma de hacer las cosas y cómo las manipulamos. En el caso de la fotografía, al pasar por un proceso de revelado, esa manipulación siempre estuvo presente. Únicamente se han modificado los mecanismos para realizarla. Para el revelado analógico, mayor o menor tiempo en contacto con los químicos implica también una modificación de las características internas de la narrativa de una fotografía, en el caso digital esto también ocurre solamente que con comandos y bits en lugar de agentes químicos. La forma, el encuadre y el recorte, antes de ser herramientas dentro de un entorno de software, eran su equivalente al ícono que ahora las define. Es decir, herramientas físicas de medición, corte, cuchillas afiladas que modificaban un encuadre para mejorar la composición. Definitivamente la fotografía jamás fue pura, siempre implica la modificación, intervención o adaptación.
Ya como cierre de este texto, se esboza un intento de definición que puede o no ser compartida. Una búsqueda personal que es necesaria para entender el posicionamiento como fotógrafo más allá del goce estético. El hecho fotográfico es la conjunción de elementos tecnológicos, técnicos y estéticos que permiten a una persona usar una máquina con una intencionalidad política, para así capturar la luz de un momento específico en algún soporte fotosensible. Pasa por etapas de selección, adaptación y modificación, para afinar y ajustar su estética y narrativa. El resultado puede difundirse en el ámbito público como privado y tiene el poder de interpelar o modificar la percepción de la realidad de quien dialoga con él.
Comentários