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UNA CIUDAD SITIADA

Foto del escritor: Pablo Mauricio Bustamante SalinasPablo Mauricio Bustamante Salinas

Los dirigentes del autotransporte, siempre que van a iniciar una serie de bloqueos en Cochabamba, comienzan con la ya desgastada frase: "Pedimos perdón a la población, pero esperamos que nos comprendan". ¿Qué quieren que perdonemos? ¿Qué quieren que comprendamos?


Desde hace décadas, este sector se ha constituido en uno de los peores "males necesarios" que tenemos en nuestra ciudad. Es necesario porque es la manera más común a través de la cual gran parte de la población se mueve en el día a día, pero es un mal porque, como un cáncer, se aferra a la ciudad creciendo de forma incontrolable y tejiendo redes destructivas cada vez más profundas.





Hoy están de paro, bloqueando, sin importarles nada más que un interés sectorial. No se conmueven por las personas que deben llegar a sus trabajos, no les duelen los ancianos que intentan llegar a alguna parte de la ciudad con el obvio riesgo de perderse al desubicarse porque deben buscar cómo movilizarse, tampoco se preocupan por el colegial o el universitario que debe llegar como sea a sus clases. Atentan contra la ciudad, la detienen, la castigan, la sitian, como si todos fueran culpables de que su sistema se haya quedado estancado en el pasado.


Y para ver cómo todo es un conjunto de malas intenciones, hoy decidieron bloquear el tren metropolitano, una opción factible para que las personas pudieran llegar, aunque tarde, a sus espacios laborales o educativos. ¿No es acaso eso mezquino? Bloquear lo que no pudieron detener en su construcción. Allí se ve su verdadera intención: demostrar que todavía tienen el control y que acá se hace lo que ellos quieren. ¿Cómo pueden pedir comprensión? Están atentando contra los pobladores a los que les piden disculpas.


Durante años, a esa misma población le han ido succionando, cual garrapata en perro callejero, de a 10 en 10 centavos miles de bolivianos. ¿A alguien alguna vez le cobraron 1,90? Los dos bolivianos fueron una subida tácita que tuvimos que aceptar sin derecho a reclamo. Y en la época en que se hizo eso ya salió a discusión que el cobro debería dejar de hacerse a través de monedas porque el cambio no existía, que podría hacerse a través de tarjetas como en tantos otros lugares del mundo. Nunca les interesó hacerlo así, porque no les da opción a la trampa, al engaño, a matar el cambio en su beneficio.


Hoy la discusión es elevar el precio a 2,20 Bs. Una vez más, sin propuesta de un cobro estandarizado a través de algún sistema que permita evitar el sangrado de la población. ¿La intención? Probablemente sea que, poco a poco y sin darnos cuenta para no quejarnos, eso se transforme en 2,50 Bs. Así ya no se desangra de 10 en 10, sino de 30 en 30. Y luego, después de pichanguear un partido de fulbito delante de sus viejos buses, se limpian la boca hablando de justicia.

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